Muchas veces los papás somos muy autoexigentes, buscamos nuestra perfección, en el ámbito laboral, de pareja, parental, físico, etc… lo cual es imposible y de pasadita, muy estresante.

Lo peor de todo es que la autoexigencia también contamina a las personas que nos rodean. Sin querer, sobre exigimos a nuestras parejas, hijos, compañeros de trabajo, etc.  No solo nos hacemos daño a nosotros mismos, si no que a todo nuestro entorno.

Un consejo para todos los papás autoexigentes (yo me incluyo): equivócate delante de tus hijos  y hazlo notar, por ejemplo: “Se me dio vuelta el vaso de jugo!! Uff tendré que limpiarlo, pero no pasa nada”.

Los niños deben saber y sentir que pueden equivocarse y que no pasa nada. A veces es tanta la presión que sienten por no fallar o por no cumplir con las expectativas de los adultos, que cuando les pasa no son capaces de tolerarlo, y ahí vienen los llantos, pataletas o (si están en el colegio) los dolores de estómago, entre otros.

Si ellos ven que tú cometes errores, ellos se sentirán más libres para cometerlos. Un niño que no tiene miedo a equivocarse es más capaz de enfrentarse a lo nuevo, ya sean aprendizajes, amigos o experiencias.

Equivocarse hace bien, nos hace más humildes, nos ayuda a entender que las cosas no siempre salen como quisiéramos, ajusta nuestras expectativas que a veces son demasiado altas e irreales, nos enfrenta a tener que buscar soluciones frente a ese error, nos aumenta la tolerancia a la frustración y vamos aprendiendo a superar los fracasos con mayor facilidad.

Una excesiva exigencia a nuestros hijos puede dañar su autoestima, ya que nunca serán capaces de cumplir con nuestras expectativas y eso es muy frustrante, terminan sintiendo que nunca harán nada bien o al menos que nunca harán las cosas como sus padres esperan.

Esta sobre exigencia también puede dañar el vínculo y la conexión entre tú y tu hijo, ya que generalmente está acompañada de amenazas o castigos si no consiguen cumplir lo esperado.

Deja de exigirte tanto porque tus hijos te imitarán y terminarán estresados igual que tú y bien sabemos lo dañino que es el estrés.

Ponte metas logrables y alégrate con los pequeños avances. Haz lo  mismo con tus hijos.

Recuerda: “La vida es corta y hay que disfrutarla”.